La doble factura del Reino Unido: crisis+Brexit

El Brexit ha costado desde que entró en vigor, hace dos años, un 5,5% del PIB al país. A ello se suman la crisis económica como consecuencia de la invasión de Ucrania y los efectos de la pandemia.
Flavián

El Centro para la Reforma Europea (CER, en inglés) ha calculado que la economía del país es un 5,5% más pequeña de lo que hubiera sido sin el hundimiento del comercio en el Canal de La Mancha, la escasez de trabajadores del este europeo y la burocracia aduanera que se genera para los intercambios con la U.E.

Los efectos de este doble golpe se traducen en una inflación que alcanzó su punto máximo en noviembre con un 14,6% para los productos que se venden en los supermercados (medición realizada por Kantar). Lo peor de todo, es que la desaceleración de los precios se producirá de manera más lenta que en el resto de Europa o sencillamente seguirá subiendo durante los seis próximos meses.

En este contexto, las rentas familiares han tenido que hacer frente a una subida de precios nunca antes vista, todo y que los sueldos han subido una media de un 6,3% (ONS, noviembre 2022), aunque una vez considerados los efectos de la inflación, los ingresos de los trabajadores se han reducido un 2,6%.

Por lo que respecta al gran consumo, el Reino Unido goza de algunas particularidades. La principal, sin duda, el Brexit que dificulta el comercio con los que históricamente han sido los socios naturales del país, pero también cuentan con un mercado muy competitivo y con las dos cadenas discount alemanas reviviendo el éxito que tuvieron durante la crisis financiera de la pasada década, que han logrado atraer a un gran número de clientes.

Por supuesto, este desplazamiento de las compras ejerce una importante presión sobre el resto de insignias que han tomado buena cuenta de la situación y, como primera medida, han rebajado el precio de sus productos para gozar de mayor competitividad, tensionando a toda la cadena alimentaria.

En un año, Aldi y Lidl han ganado una cuota del 1% cada uno de ellos, y han escalado en el ranking del gran consumo británico restando clientes al resto.

Las categorías de frutas y hortalizas registraron pésimos resultados durante 2022. Ambas pierden en valor y volumen, con un descenso más acusado para las hortalizas (-9,6% en volumen y -7,6% en valor) que en las frutas (-5,2% en volumen, y -2,2% en valor, según NielsenIQ). Apenas se salvan un par de tipos de productos, las berries en frutas, que gracias al largo y cálido verano y a eventos como el Jubileo de la Reina Isabel consiguieron crecer, y las calabazas, que disfrutaron del primer Halloween sin restricciones en un par de años y esto impulsó sus ventas respecto a las del año pasado.

Estos descensos se deben, según la valoración de la ONG Veg Power, a que los británicos consideran las frutas y hortalizas menos esenciales que otros productos. Compran unas pocas, pero a la hora de distribuir su presupuesto, se ven obligados a comprar menos cantidad de todo, por lo que prefieren adquirir otros productos y mantener un mínimo de frutas y hortalizas.

Y esto se convierte en algo más dramático si tenemos en cuenta la situación de la producción agrícola. Al aumento de costes de los inputs agrarios (fertilizantes y otros), y los de la energía, hay que sumar el problema de encontrar mano de obra para trabajar en las explotaciones, aspecto que se ha vuelto muy difícil con la nueva política inmigratoria establecida tras el Brexit. La situación de un buen número de agricultores es desesperada.

El año 2023 se presenta sombrío. Se espera que la inflación siga siendo acusada durante los primeros seis meses del año y los hogares y agricultores británicos seguirán teniendo que controlar sus gastos y aguardar tiempos mejores.

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