¿Por qué no exportamos fuera de Europa?

Paco Borrás

El nuevo escenario de los flujos comerciales de las frutas y hortalizas en el mundo, tras la invasión rusa de Ucrania, lleva al consultor agroalimentario Paco Borrás a reflexionar sobre por qué España, la huerta proveedora de Europa, no ha buscado otros destinos

Puede ser, que justo ahora, con una sobreoferta que podría ahogar a todo el continente europeo con los productos que iban dirigidos hacia Rusia, sea un buen momento para hacer un análisis de cuáles son estas causas, pero sobre todo puede ser el momento de reflexionar de una vez por todas sobre ‘el dilema de los protocolos’.

España es una gran potencia alimentaria y también exportadora. Pero ¿nos hemos acomodado a realizar la exportación más fácil, la que menos contratiempos proporciona, aunque, incluso, en alguna ocasión, no haya sido la más rentable?

Para conocer estas ‘debilidades’, primero debemos estudiar lo que España exporta fuera del Viejo Continente. En la gráfica adjunta se realiza un análisis de las medias de los quinquenios del actual siglo y se aprecia cuál es el peso de las exportaciones a ultramar.

Desde principios del siglo XXI se observa una tendencia al alta, pasando del 1,72% al 4,22%, entre 2016-2020. El ejercicio 2021, se aprecia un claro retroceso hasta el 3,24% y esta cifra está claramente relacionada con las consecuencias comerciales globales de la pandemia, así como con los cuellos de botella de la cadena de suministros originados en los puertos; problema al que se suma la carestía de fletes y la irregularidad de las llegadas.

Paco Borrás Gráfico 1

Sin embargo, con un volumen de exportación de frutas y hortalizas frescas que superan los 13 millones de toneladas, una cifra del 3,24%, que en términos relativos es pequeña, en términos absolutos sí tiene su relevancia ya que se sitúa entre 400.000 y 550.000 toneladas.

Inicialmente, no tiene por qué sorprendernos que las primeras posiciones estén ocupadas por productos con una larga shelf life que soportan satisfactoriamente prolongados trayectos de ultramar, y que en nada se asimilan a las distancias por carretera en Europa. Tampoco resulta extraño que las categorías de ajos y cebollas sean las más beneficiadas en este comercio de ultramar.

Con todo, un análisis de las cifras absolutas nos proporciona datos muy significativos en las diferentes categorías de productos y evidencia, también ciertas particularidades. Los porcentajes de peras y manzanas, por un lado, y los de ajos y cebollas, por otro, rompen todas las tendencias del conjunto de las exportaciones españolas.

En este sentido, hay que resaltar el músculo y la energía de estos dos sectores productivos que, además de no tenerlo fácil en la Unión Europea, han sabido buscar otros mercados más lejanos y de logística más complicada, y lo han conseguido.

En manzanas, con un volumen medio de 560.000 toneladas, las posibilidades españolas son muy limitas porque la Unión Europea mantiene una producción de unas 10.400.000 toneladas lideradas por Italia, Francia y Polonia. Y tanto Italia como Francia, históricamente, han situado a su producto en los mercados como una fruta de reconocida calidad. No es el caso de las manzanas polacas, que mayoritariamente han estado dirigidas a la industria.  A pesar de ello, y en este difícil contexto, las manzanas españolas han sabido aprovechar los huecos de mercado, con las variedades y calibres específicos, demandados en fuera de la U.E.

Un caso similar es el de las peras. En el espacio comunitario se producen 2.200.000 toneladas lideradas por Italia, Holanda y Bélgica. Las 300.000 toneladas españolas, una vez perdido el factor precocidad, no cuentan con muchos huecos en Europa.

En conjunto, la mitad de las peras y manzanas españolas que se venden fuera del ámbito europeo tienen como destino Marruecos, seguido de Brasil, Colombia, Israel y los Países Árabes.

En cebollas nos encontramos en una situación similar, ya que la U.E. produce 7.500.000 toneladas de las que Holanda produce 1.700.000. Le sigue España con 1.450.000, pero para el consumo europeo las producciones francesas, italianas, alemanas y polacas suponen una parte muy importante de su consumo. Y tal como hemos visto antes, los operadores de cebollas españolas han sabido encontrar oportunidades de negocio lejos y en estos momentos EEUU, Canadá y los Países Árabes son sus destinos más importantes.

La situación en ajos es diferente, ya que el consumo es mucho menor y la producción europea es de 400.000 toneladas, de las que 270.000 son españolas. El comercio internacional está controlado por China que alcanzó en 2020 unas exportaciones de 2.254.000 toneladas lo que supone el 80% del total mundial. China juega la baraja del precio, aunque España mantiene una segunda posición con sus 189.000 Tm. comercializadas, que solo representan el 7 %, con posiciones en ultramar apoyadas en las ventas a EEUU, Marruecos, Canadá, Brasil, Japón y Taiwán, entre otros.

El dilema protocolario

La particularidad del comercio de cebollas y los ajos es que estos dos productos no cuentan con protocolos de exportación, aspecto que ha sido muy bien aprovechado por los exportadores españoles.

Por otra parte, el grupo de tropicales mantiene porcentajes de exportaciones por encima de la media a lo largo de los años analizados y en este caso el destino más importante es Marruecos. Está claro, que España se ha convertido en un gran ‘hub de exóticos’ no sólo por ser el único país productor europeo, sino también como gran receptor de la contra estación del hemisferio sur, factor que lo impulsa como operador durante 12 meses.

Sin embargo, son los cítricos, que sí cuentan con características intrínsecas para llegar a destinos lejanos, los que han perdido posiciones y lo hacen en un momento, en qué con las dificultades añadidas del conflicto en Ucrania, se necesita de nuevos mercados. En este caso, son los tristemente célebres protocolos de exportación los que mantienen a España fuera de mercados importantes como EEUU, Japón o India, países a los que no se puede exportar por la rigidez de sus protocolos. Uno de estos mercados importantes ha sido China, que alcanzó las 40.000 toneladas el año anterior a la pandemia, pero la rigidez de su protocolo nos impide ser más operativos debido al alto coste que entraña.

Las relaciones comerciales de la U.E. se sustentan en una debilidad intrínseca que supone que las negociaciones con países terceros para importar a Europa se realizan en Bruselas de forma conjunta para todos los países; sin embargo, en lo relativo a exportaciones, cada país negocia de forma bilateral y producto a producto, lo que resulta una clara desventaja y enorme burocracia. Esta es la forma draconiana por la que algunos países imponen protocolos muy severos, que no serían tales si las negociaciones tanto para importaciones como exportaciones se dieran al mismo tiempo y en el mismo lugar. Este sistema bipolar de negociación es el que hace que los cítricos españoles sean una de las categorías más perjudicadas.

El último caso flagrante de este despropósito es la imposición de protocolos de exportación para cítricos y kaki con destino Perú. En lo que llevamos de siglo años las importaciones españolas directas desde Perú han pasado de 10.912 toneladas en 2001 a 210.727 toneladas el año pasado con 95.000 toneladas de aguacates, 22.000 de uvas, 15.000 de mangos, 47.000 de cebollas, 13.000 de espárragos y 3.760 de cítricos.

Se da, además, la paradoja de que los cítricos españoles llegan a todos los países de Sudamérica sin ningún protocolo, pero uno de los países que más ha aumentado sus ventas en España, Perú, nos impone un protocolo. ¿Es esto solo un despropósito o algo estamos haciendo mal?

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