Alberto Palmí, Cuaren-tuno

No está casado porque no ha encontrado todavía a su media naranja. Ha utilizado Tinder y no tiene ningún reparo en decirlo; incluso confiesa que algunas de las fotografías de nuestra sesión las utilizaría en esta red.
Alberto Palmí

Alberto Palmí tiene 47 años. No está casado porque no ha encontrado todavía a su media naranja. Ha utilizado Tinder y no tiene ningún reparo en decirlo; incluso confiesa que algunas de las fotografías de nuestra sesión las utilizaría en esta red. Como buen hiperactivo sufre, al igual que una servidora, bruxismo y ahora está con las idas y vueltas para adaptar su férula de descarga nocturna.

Alberto acude a nuestra cita en el centro de Valencia en su maxi-scooter. Ha tenido un día de reuniones maratonianas y llega algo cansado. Aunque la cita estaba planeada, como el día había sido de tal intensidad me pidió volver a reunirnos otro día. Pero la cosa se alargó porque dos hiperactivos juntos dan para mucho.

Era jueves por la noche, el día en que la Cuarentuna de la Facultad de Derecho se reúne muy cerca de dónde habíamos quedado. De tanto hablar, cuando nos dimos cuenta, los tunos ya se habían ido.

Me he quedado pensado que usted me recuerda a alguien y ahora me he dado cuenta de su parecido con Mario Conde en la época en que fue todo un ídolo para este país.

Jajaja. Me lo han dicho muchas veces e incluso alguna vez lo he tenido que desmentir. Nos separan bastantes años. Yo no me veo tanto parecido, aunque la gente sí. Lo que espero es no pasar por donde pasó él.

¿Cómo era su entorno familiar de niño?

Tuve una infancia feliz en una familia acomodada. Vivíamos en el centro de la ciudad en un edificio que pertenecía a mi familia. Mi padre fue un empresario de éxito y mi madre era hija de médicos de prestigio. De hecho, dos calles de Valencia llevan el nombre de familiares directos.

Me han dicho que usted era un bicho de niño, un culo inquieto que engañaba a su madre para que su padre le comprara una moto y que, en la fábrica de la familia, cuando su padre lo dejaba en la oficina, se escapaba al taller con los empleados.

Sí, así es. Tengo moto desde los 14 años a través de una artimaña que monté entre mis padres. Y respecto a mis visitas a la fábrica, siempre acaba serrando madera, poniendo tornillos, etc., nunca estaba quieto en el despacho. El encargado se quejaba de mí, pero como era hijo del dueño, no tenía otra que dejarme hacer. Por eso conozco el oficio de la madera desde abajo.

Pero a usted lo educan en uno de los internados de mayor prestigio en España, en San José de Campillos (Málaga), donde fueron Matías Prats, Bertín Osborne y jueces de renombre.

Sí, a los 13 años me llevaron a este internado, que en aquel momento era solo masculino. La educación que allí se recibía era muy estricta y de mucha calidad. Regresé a Valencia para empezar la Universidad.

Pues menudo cambio, de un internado religioso y masculino al ambiente universitario.

Efectivamente, aquello significaba una explosión de libertad para un adolescente que había vivido sin chicas en su entorno. Llegué a Derecho y a mi alrededor no veía nada más que mujeres guapas y fiesta.

¿Cuándo decidió entrar en la tuna?

En el primer año de carrera. Con las hormonas en plena ebullición me di cuenta de que pertenecer a la tuna significaba muchas posibilidades de pasarlo bien. Y así fue, porque ese año solo aprobé las asignaturas justas para que no me echaran de la facultad.

¿No se necesitaba ningún requisito para poder ser tuno?

Lo único que se exigía era estar matriculado en Derecho; puedes entrar incluso, si no sabes tocar o cantar. En la actualidad, la Cuarentuna de Derecho es un grupo elitista, un círculo de más que amigos, con el que puedes contar durante toda la vida y que tienes ahí para apoyarte, en lo personal y en lo laboral, siempre que se pueda. Unas veces somos 8 y otras 20, y coincidimos distintas generaciones.

Supongo que en aquella época estaban permitidas las novatadas.

Sí, por supuesto. Se hacían auténticas trastadas. A mí me toco, con los de mi promoción, subirme a la copa de los árboles en la calle de la universidad y cantar pío-pío como si fuéramos pájaros. La cosa no quedó ahí porque íbamos en calzoncillos y teníamos prohibido hablar, solo piar. El escándalo fue tal que vino la policía y nos preguntó qué hacíamos ahí. Nosotros solo les podíamos piar. Ante el absurdo y más de media hora de espera, la policía optó por irse. ¡Había que ganarse la beca roja!

Y seguro que la diversión era continua.

Por supuesto, aquí en la plaza de la Universidad vieja de Valencia y esta misma fuente pública, donde ahora estoy sentado, nos hemos bañado, hemos hecho gamberradas y cantado hasta la saciedad.

¿Qué le aportó la tuna aquellos años?

Entre otras cosas, me permitió viajar por muchos países porque nos llamaban para actuaciones. La cadena de hoteles, entonces SOL, nos pagaba los aviones y la estancia en países de Iberoamérica durante los veranos. Con 20 y pocos años yo ya había estado en Méjico, Cuba, Colombia, etc. Todas las insignias que lleva mi capa pertenecen a los países que he visitado como tuno y tengo más de 32.

¿Pensó alguna vez en ejercer como abogado?

La verdad es que no me lo planteé porque el mundo empresarial me apasiona, siempre he disfrutado mucho, y sigo haciéndolo. Posiblemente, madera de abogado, nunca mejor dicho, no tengo, pero haber estudiado Derecho me ha proporcionado muchas tablas en el mundo empresarial.

¿Le gustaría formar una familia propia?

No lo descarto en absoluto, y tampoco tener hijos. He tenido relaciones muy duraderas sin pasar por el altar, pero a día de hoy, no he encontrado la persona adecuada. A lo mejor mi situación actual responde a que he viajado mucho, y no hablo como tuno, sino como profesional. Tengo 5 pasaportes llenos de cuños de entradas y salidas a diferentes países.

¿Cuál es su rutina del día a día?

Soy bastante estructurado y corro una hora por el cauce del Turia casi todas las mañanas. Después me ducho, desayuno y leo las noticias del mundo. Sobre las nueve estoy en la oficina, y lo primero que hago es volver a leer la prensa del sector porque considero que hay que estar informado de lo que sucede. Y a partir de aquí a resolver asuntos.

Si alguna pretendienta lee esta entrevista, ¿qué le diría?

Jajaja. Que soy un chollo porque me encanta cocinar, pongo la lavadora, plancho…. Cuando he vivido con alguien hago pactos para las tareas domésticas.

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