Los británicos frenan en seco su gasto en alimentación

Reino Unido no pasa por su mejor momento, consecuencia directa de la situación económica mundial y de los efectos postergados de un Brexit elegido en las urnas.
ponente innovadero consultor jose miguel-flavian

Un invierno de múltiples descontentos en la sociedad británica, con huelgas múltiples, una inflación que se ceba mes a mes en la cesta de la compra de los hogares británicos, junto con el aumento de las facturas de la energía, el precio de la gasolina, la hipoteca y demás partidas, los hogares ven como su renta disponible se reduce o, incluso, no llega a cubrir los gastos mensuales. La inflación no da tregua y la interanual de los bienes de gran consumo, medida por Kantar, ha llegado al 14,6% en noviembre, y la general al 10,7%. Sin embargo, los sueldos medios crecen un 6% (fuente ONS para las dos últimas cifras).

Los hogares tienen varias estrategias para mitigar el aumento del gasto al que se enfrentan: a las habituales ya practicadas en crisis anteriores, como el comprar más MDD, ir más a los discounters, y reducir el gasto en restauración, esta vez también gana importancia el consumir menos (según una encuesta del IGD, en agosto ya un 44% de los hogares planeaba comprar menos comida para compensar las subidas de precios) y reducir la cantidad que se ponen en el plato o directamente saltarse algunas comidas.

A lo largo de este año los volúmenes vendidos se han ido reduciendo; en parte, por el ajuste post Covid (en UK estuvieron confinados en casa hasta finales de marzo del 21, con los restaurantes cerrados y con restricciones unos meses más) y por otro lado, por la crisis en la que vivimos. Según Nielsen, mientras el mercado ha crecido en valor un 7,6%, el volumen vendido se ha reducido un 4,3%, comparado con el año anterior.

‘Los feos y feas se hacen irresistibles’

Y vemos como, de forma preocupante, las compras de frutas y hortalizas descienden también. Según una encuesta de You Gov, algo más de la cuarta parte de los hogares compra menos hortalizas por el aumento de precios, y esta proporción aumenta hasta casi la mitad cuando nos fijamos en las familias con ingresos inferiores a £30.000. A consecuencia de ello se reduce el peso de las hortalizas en la cesta de la compra, que han pasado de un 6,.7% el año pasado a un 6,2% del valor de la cesta de la compra en la actualidad (datos de IRI). También vemos crecer las ventas de las gamas de productos “feos”, ya que son más baratos y pueden sustituir a los que cumplen las especificaciones cosméticas. Según Kantar, el pasado noviembre las ventas fueron un 38% más que las del año anterior.

Y todo esto complementado con una crisis en el sector agrícola y ganadero local, que ve como suben sus costes de producción y no siempre pueden ser compensados con precios de venta más altos. Según el sindicato agrario NFU, un 7% de los ganaderos de vacuno planean dejar de producir leche antes del 2024, un tercio de los agricultores de cereales para alimentación humana van a cambiar al cultivo de cereales para alimentación animal, y algunos agricultores de frutas y hortalizas consideran dejar sus explotaciones o reducir la superficie de forma significativa para mitigar el riesgo. En el sector de los huevos ya se sufrieron las consecuencias de este desequilibrio: los empresarios no renuevan las cabañas de gallinas ponedoras debido a los altos costes que deben afrontar, y en los lineales de los supermercados se ven habitualmente faltas de huevos o incluso huevos de otros países, algo inaudito en un país en el que la mayoría de cadenas tienen el compromiso de vender productos locales. En lugar de avanzar hacia una soberanía alimentaria mayor parece que el Reino Unido va a depender más de los alimentos de fuera.

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