Lola Gómez: Magister Lola

Dolores Ascensión Gómez, Sensi para los suyos y Lola para los que contamos con el privilegio de conocerla, nació en Balerma (Almería) en 1966, cuando el mar de plásticos que alimenta a Europa era solo una quimera.
Lola Gomez

Ella dice que es fruto del tiempo que le tocó vivir en una de las de las provincias más pobres de España. Dejó el colegio a los 14 años para ayudar a sus padres en el campo y, a la misma edad, conoció a su marido.

Con estas pinceladas, nadie espera encontrar en esta mujer un caudal de sabiduría, emprendimiento y curiosidad. Es tanto lo que sabe, que fascina. Posee una memoria prodigiosa que le permite hablar de las personas por su nombre y apellidos. Es una conversadora rápida, que nunca pierde el hilo, incluso si el teléfono le interrumpe.

Hace 20 años, y, le pese a quien pese, porque algunos la tildaron de friki y egocéntrica, Lola vio la necesidad de enseñar el mar de plástico de Almería a la sociedad y hacer de un problema de mala imagen una oportunidad empresarial. Así nació Clisol.

Parte de nuestro encuentro transcurrió en las instalaciones de su empresa, donde reúne a turistas, colegios y grupos heterogéneos, dispuestos a conocer la vida que hay debajo de un invernadero. Su forma de contar las cosas y su relato del mundo vegetal embelesan al más profano de sus interlocutores.

 

Me han contado que es capaz de encandilar a un grupo de turistas extranjeros el 15 de agosto a las 4 de la tarde explicándoles lo que se hace en los invernaderos almerienses, cuando no hay nada que ver, solo polvo, sol y plásticos

Bueno, sí es cierto. Me ha sucedido en un par de ocasiones, con los cruceros turísticos que llegan en agosto. No es el mejor momento para ver la vida dentro de un invernadero porque no hay nada. Son muchos tours y muchos años, así que supongo que la experiencia, en tales circunstancias, es un grado. Al menos, pongo mi granito de arena para que se conozca de dónde viene lo que comen los europeos.

 

También me dijeron que aprendió inglés para poder explicar sus ponencias agroturísticas. ¿Ha tenido vocación de docente?

Yo tengo vocación de agricultora. Me fascina y apasiona el mundo vegetal y he tratado de aprender de manera autodidacta todo lo que he podido. Creo que no hay que ponerse límites. Yo no lo hice, no había cursillo nocturno o charla en Almería a la que no asistiera. Así aprendí fisiología vegetal, química agrícola, fitopatología, control biológico, etc. Me gusta enseñar, pero enseñar de lo mío, del campo. Respecto al inglés, tuve que aprenderlo a la fuerza porque gran parte de las visitas que recibimos son extranjeras.

 

Cuénteme la anécdota del IFAPA. Creo que no le dejaban hacer un curso porque no era universitaria

Sí, eran unos cursos de alto nivel para universitarios y yo tenía tanto interés en hacerlos que la directora de entonces me dejó asistir de oyente. Los hice todos y aunque no tenga la titulación, cogí mucho nivel agronómico. Gracias a ellos, después pasé yo a dar cursos prácticos en el campo a los inmigrantes. Y una cosa me ha llevado a la otra, siempre.

 

Usted procede de una familia humilde y nadie lo diría… por la forma en la que habla. Me podía haber dicho que era ingeniera agrónoma y me lo hubiera creído

Hasta los 22 años, ya casada, no había leído un solo periódico, y no quiero contarle mi primer libro. Mi madre no sabe leer ni escribir porque vivió la guerra. En mi casa el único papel que había era la libreta de la Seguridad Social.

 

Se casó muy joven, ¿no?

Sí, conocí a mi marido a los 14 años y nos casamos cuando tuve 22. En este aspecto soy una mujer muy tradicional, pero le aseguro que en todo lo demás soy muy guerrera y feminista. Mi nuevo estatus de casada me permitió realizar cosas que de otra manera no hubiera podido hacer, porque mi marido siempre me ha apoyado. Él era uno de los pocos que estudiaron Formación Profesional y estaba lleno de curiosidad por aprender. Era un tiempo en el que ambos nos apuntábamos a todo.

 

¿Qué papel ha jugado en su vida otra agricultora como su madre?

Un papel muy significativo, ella al igual que muchas otras mujeres de la época eran pilares y gestoras de las explotaciones, pero no estaban visibilizadas. Mi madre ha sido mi gran apoyo, pero siempre me echaba en cara: “tanto estudiar para recoger tomates. Siempre estás en cursos y nunca llega la hora de recogerte”. Ella cuidó a mis gemelos en mi ausencia, pero no entendía que una mujer se fuera sola de viaje y que llegara a casa a las 11 o 12 de la noche. La cosa cambió el día que me dieron la Medalla de Oro de la Junta de Andalucía. Lloró, se emocionó mucho y creo que desde entonces ha entendido que mi esfuerzo había valido la pena.

 

Usted es pura dinamita. ¿Me puede enumerar en cuántos ‘embolaos’ está metida?

Soy consejera del PITA, estoy en el Consejo Social de la Universidad, vicepresidenta de la Cámara de Comercio, vocal de ALMUR, formo parte de la Academia Andaluza de Gastronomía y desde hace cinco años doy un máster en el Basque Culinary Center.

 

He visto una larga exposición de reconocimientos y premios a la entrada. ¿Qué han supuesto?

Bueno, siempre es un halago un reconocimiento público, pero no se me sube a la cabeza. Sé muy bien dónde está mi sitio, cuáles son mis valores y lo que quiero en la vida.

 

Estos reconocimientos la obligaran a salir mucho del invernadero

Sí, pero considero que es una parte de mi actividad porque el propósito final es divulgar lo que hacemos los agricultores. Lo único que no me gusta de estas salidas es la parafernalia de arreglarme, maquillarme o ponerme tacones. Me siento una extraña, incluso cuando me maquillan para televisión. Creo que la última vez que me pinté en toda regla fue para la boda de mi hermana.

 

Es usted un pozo sin fondo respecto al conocimiento del mundo vegetal. Me he quedado noqueada con las explicaciones que nos ha regalado dentro del invernadero.

No es lo que se cuenta ni lo que se enseña, sino cómo se cuenta y cómo se enseña. Con pasión.

 

¿Qué hace en el día a día que no sea trabajar?

Dedico una hora para recorrer unos ocho kilómetros por la playa de Balerma y hacer los estiramientos que me aconseja mi fisioterapeuta para cuello y espalda. Y ahora voy un poco rezagada con mis clases de yoga, pero pronto las retomaré.

 

¿Y durante los fines de semana?

El domingo me gusta dormir un poco más de la cuenta. Aprovechamos para reunirnos y hacer largas comidas y sobremesas con amigos y familia. Durante el invierno, me gusta leer, pero cuando llega la primavera se me hace imposible porque se me acumula el trabajo.

 

¿Qué necesita el mar de plástico de Almería?

Tenemos la casa muy limpia de puertas para dentro y ahora ha llegado la hora de regenerar el exterior, de devolver al campo su diversidad, los setos alrededor de los invernaderos, de los caminos. Que vuelva esa fauna originaria. Debemos cuidar la naturaleza y ser sostenibles y también debemos divulgarlo.

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