Jean Michel Beranger, reforzar la fe

Estudió en Lyon Agrobusiness y eligió España para hacer 16 meses de mili en una empresa agroalimentaria francesa. Nuestro país le enganchó y desde entonces vive aquí.
Jean Michel Beranger

Jean Michel Beranger (Francia, Grenoble, 1969) no cree en las casualidades de la vida, sino en los signos que Dios nos envía.

Estudió en Lyon Agrobusiness y eligió España para hacer 16 meses de mili en una empresa agroalimentaria francesa (opción que el gobierno francés daba a los jóvenes que querían seguir trabajando). Nuestro país le enganchó y desde entonces vive aquí. 

Su fe es rotunda porque dice que ha visto la vida después de la muerte. Hace seis años se encontró con ella de frente. Sufrió un ictus y una operación a corazón abierto debido a una bacteria que afectó a su corazón, concretamente a la válvula aórtica.

Nuestra cita transcurrió el miércoles de Ceniza y asistimos a misa, no a su parroquia habitual (San Luis de Los Franceses), sino a otra en la que un buen amigo suyo oficia misa. El día lo cerramos en el barrio chino de Usera con una excelente cena en un restaurante cantonés.

¿Usted se siente más español o francés?

Ahora mismo rechazaría mi pasaporte francés si tuviera la oportunidad de tener uno europeo. Soy francés afincado en España, casado con una mujer china, que durante muchos años ha trabajado para ingleses. Soy el resultado de la multiculturalidad, que es muy enriquecedora.

¡Qué mezcla más curiosa! Y si tiene hijas/os todavía lo será más. Por cierto, ¿dónde conoció a su mujer?

No espere que le diga que fue en China, porque fue algo más normalito. A mi mujer la conocí hace 28 años en el Parque del Retiro. Nos casamos seis años después y tenemos dos hijas, una con los rasgos más occidentales y, la otra, se parece más a la familia de mi mujer. Ahora, las dos estudian en el extranjero, una en Maastricht y la otra a caballo entre Madrid y China.

Este año usted es presidente del Rotary Club en Madrid ¿Qué significa ser Rotario?

El Rotary Club, del que existen varios cientos en todo el mundo, fue fundado por el abogado Paul Harris en 1905 en Chicago. Es un club filantrópico, inspirado en el liberalismo norteamericano. Es un lugar de encuentro donde se forjan relaciones entre profesionales y se pone el talento al servicio del bien común. Sus miembros pueden tener cualquier afinidad política, ideológica o religiosa. Los cargos se renuevan cada año y este año soy yo el presidente.

¿Tiene algún simbolismo la rueda de los rotarios?

Sí, alude a nuestra esencia pasada, cuando no teníamos una sede concreta para reunirnos e íbamos cambiando de lugar. Rodábamos.

Creo recordar que usted me dijo una vez que había participado de forma activa en política. ¿Es un hombre de derechas o de izquierdas?

Desde los 17 años he participado en muchos tipos de asambleas y actos colectivos. Me defino como un hombre de derechas en el mundo económico, pero de izquierdas en todo lo relativo a aspectos sociales.

¿Qué grado de implicación política ha tenido?

Formé parte del equipo a cargo de la campaña política de Sarkozy en España. Antes de llegar a la presidencia, él hizo dos encuentros importantes, uno en Londres y otro en Madrid. Aquí, en el Palacio de Congresos, reunimos a más de 2.000 personas y a muchos políticos del Partido Popular. En Francia, ser de derechas no tiene la misma significación que en España, nunca te tachan de fascista. Otra cuestión es la ultraderecha y la ultraizquierda, ambas las considero peligrosas.

¿Cómo fue su experiencia política?

Comprometerte con un partido, supone ver sus costuras internas y no solo en España ocurren traiciones y puñaladas, también en Francia. Por eso abandoné el mundo político.

Pero hoy ha comido con un político europeo, con Michel Barnier, el que fuera negociador de la Comisión Europa para el Brexit, y en Francia hay elecciones el mes que viene. ¿Está pensando en volver?

No, pero mantengo mis relaciones sociales con la comunidad francesa en Madrid y también, ¿por qué no? con políticos. Suelen ser comidas muy enriquecedoras para entender cómo suceden los acontecimientos.

Hace seis años que usted vivió una experiencia vital, que cuanto menos, da vértigo al pensarlo. ¿Significa un antes y un después en su vida?

Evidentemente, quien haya pasado por una experiencia como la mía, sabe que así es. Estuve al borde de la muerte, pero tenía la certeza interior de que eso no iba a suceder, en contra de lo que pensaban los médicos.

¿Cómo sabe uno que no va a morir en contra de la opinión médica?

Yo lo sabía, sentía dentro de mí que Dios quería que viviera y así fue.

 ¿Siempre ha sido un hombre de fe?

No. Mi familia es católica, pero cuando era joven hubo un tiempo en que me alejé de la religión. Los que tenemos fe, podemos tener crisis, pero nuestra creencia permanece y eso me pasó a mí.

¿Ha tenido alguna otra experiencia de fe?

Sí, tuve dos experiencias vitales anteriores a mi enfermedad, que me hicieron ahondar en la fe. La primera la sentí con mi suegra, que vivía con nosotros. Estaba enferma y todas las noches entraba en su habitación para besarla y despedirme de ella. La última noche sentí algo especial, un fuerte impulso que me llevó a abrir la Biblia y leer aleatoriamente. El pasaje bíblico era absolutamente adecuado a la situación. Mi suegra murió a la mañana siguiente y de lo único que me arrepiento, es de que no se lo dije a mi mujer.

El segundo, ocurrió con mi padre en los Alpes. Mi familia siempre pasaba una semana en Francia esquiando. Aquel año, yo no pensaba ir por cuestiones muy especiales de trabajo, pero mi padre insistió mucho. Accedí y pasé todo un día esquiando y hablando con mi padre, que se encontraba perfectamente. En un momento dado, nos separamos y él permaneció perdido unas horas en la montaña. Después de encontrarlo, lo abracé, como nunca lo había hecho y sentí algo especial dentro de mí. Esa fue la última vez que lo vi.

¿Qué hace durante los fines de semana?

Voy a la montaña. Crecí cerca de los Alpes y eso imprime un particular amor por la naturaleza. Tengo un buen amigo sacerdote, de 80 y pocos años y nos vamos a caminar y coger espárragos por el monte.

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